ROMPÍ CON MI MEJOR AMIGO/A
Hacía frío y estaba parada frente
a ti, yo tenía en mis manos una pequeña hoja de Guillet, mientas tú,
emocionada, sostenías “El pacto de amistad” que habíamos redactado días atrás.
¡¡¡La amistad es algo que se
pacta con sangre, la amistad es para toda la vida, la amistad no cambia por
nada!!!
Hace unas semanas leí un post con
este título, y me resonó muchísimo, recordé que por más que he tratado de
mantener mis promesas, he roto muchas de ellas, y en ese camino he tenido que
decir adiós a algún amigo del alma, sí, ¡he roto corazones y me lo han roto a mí
también!... ¡¡¡Y ha sido tan duro o más que una relación de pareja!!!
Compartir una amistad es tener
complicidad, es compartir lo bueno y lo no tan bueno de la vida, es estar sin juzgar, es invertir tiempo en el
otro, es dar de manera incondicional, es familia sin compartir la misma sangre.
Durante años tenía un mantra, “que
las circunstancias no me modifiquen” … y ahí estaba yo, tratando de
endurecer mi alma y mi corazón, mientras tropezaba una y otra vez con eventos
cada vez más y más dolorosos, yo: necia, inmóvil y adolorida, me deje
transformar…
¿Qué sucede cuando los eventos de
la vida nos cambian, cuando nos transformamos y nuestros caminos nos llevan a
otr
os lugares? Decir adiós es parte de la vida, del amor y de nuestra
naturaleza, es saber adaptarnos a los cambios, es saber amarnos y amar a otros en
total libertad.
Aprender a decir adiós no es
fácil… al menos aún no lo es para mí… “soltar y fluir” no es algo que me
caracterice necesariamente, ¿y qué tal si tiene que ver con sostener tu
impulso?, ¿con ser honesto a tu verdad para decir adiós?, pero hoy, desde otro
lugar.
Desde ese lugar honesto, puedo
reconocer que he roto corazones, que la inestabilidad en mis vínculos era el
lugar conocido y que con haberlo identificado no me basta. No repara lo que hice,
¡¡¡pero si modifica lo que haré!!!
Comentarios
Publicar un comentario